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  • Foto del escritorCarmen Cabezudo

Ansiedad: Boicot al equilibrio


LOS ANGELES - ¿Alguna vez siente usted ansiedad? ¿Siente que su vida pierde la estabilidad o el equilibrio por comportamientos cotidianos -al nivel de un heavy user- al agendar intensivamente reuniones sociales, beber compulsivamente en los bares o comprar de todo y para todos, hasta el límite de la tarjeta, por ejemplo?


Hay definitivamente otras conductas ansiosas que no se relacionan con el consumo, pero serán motivo de alguna otra nota.


Cuando uno come demasiado, bebe demasiado, juega o gasta demasiado, y suele hacerlo sin poder quitarse la costumbre, es casi seguro que esté involucrada allí una recompensa rápida frente a la imperiosa necesidad de garantizar la propia supervivencia. Tremenda causa dispara mecanismos primitivos de autoconservación a través de conductas que -al producir sensaciones placenteras, liberadoras de ansiedad- se suelen repetir incluso automáticamente: adicción a las compras, al alcohol, a los videojuegos, al sexo, y otras mil.


“Hay un beneficio inconsciente en todo ello, y aunque sean hábitos perjudiciales, incluso hay ganancia, un beneficio interior, un alivio momentáneo. De allí la repetición y el hábito”, explica Analís Morón Miranda, psicóloga y analista de la conducta (BCBA).

Desde su consultorio en Los Ángeles, nos explica por qué la ansiedad debe entenderse como el disparador de estas ataduras.


La ansiedad, estado interno de preocupación intensa, aparentemente inmotivada y poco controlada, rompe directamente ese equilibrio que tanto perseguimos, creando el clima perfecto para boicotear objetivos y responder a los embates de la vida con opciones y soluciones.


“La ansiedad es una respuesta neurofisiológica frente a una situación de alerta o alarma. Es la respuesta adaptativa al conflicto que produce el miedo a una amenaza real, que nos lleva a huir o luchar”, señala.


La ansiedad, una vieja atadura

¿Por qué hay miedo?

“La ansiedad involucra una serie de cuadros enmarcados dentro de los “transtornos de la ansiedad”. Encontramos manifestaciones como la fobia, el ataque de pánico, el estrés postraumático y el estrés de ansiedad generalizada. Frente al cuadro de ansiedad que experimenta la persona, esta busca apaciguar y amenguar esta situación interna que está experimentando, mitigando el dolor y buscando el placer”, detalla.


“Está relacionada con el miedo, pero el miedo es una emoción auténtica relacionada a un peligro real; en cambio, la ansiedad no es una emoción, es un vínculo. Una parte de nosotros se atemoriza de una manera indefinida y constante. Generalmente esto está relacionado con la historia infantil que hemos tenido con nuestros padres y figuras significativas (maestros, líderes). Y cabría preguntarse aquí: ¿cuánto ellos provocaban temor y de qué manera?".


La experta da un ejemplo: “Si un padre contaba que algo malo o peligroso iba a ocurrir sobre la posible pérdida de su trabajo, que lo perdería todo, incluso su casa, el niño se imaginaba un aciago futuro sin casa, con pensamientos catastróficos, hasta la posibilidad de morir. Y puede ser que nada de esto haya pasado pero el padre contó esta historia y el niño la interpretó e internalizó a través del vínculo sometido al factor ansiógeno, transmitido o permitido por figuras significativas en la infancia”.


En efecto, los estados de ansiedad, según comenta, pueden ser la repetición de las escenas de la infancia. Los hijos aprenden los modelos de respuesta de los padres frente a las dificultades; de allí que el factor ansiógeno se rija por modelos rígidos, vías únicas y restrictivas que, al ser así (caminos estrechos y sin salida), acorralan emocionalmente a la persona frente al desafío que afronta.


La compensación: “me merezco todo lo mejor”

Y aquí viene el punto que podría dar respuesta también al sufrimiento compulsivo previo, concurrente y posterior del ansioso: el “nunca estar satisfecho”.


“El mundo ideal del ansioso es creer infantilmente que es un mundo en donde no hay dificultad, en donde todo es maravilloso. Esa es la perspectiva de la visión infantil, en donde no se paga el precio por estar vivo y por ser adulto. La vida en sí es una constante incertidumbre, hay muchos desafíos y dificultades que necesitamos afrontar. Aquí el ansioso corre detrás de ese mundo ideal. Eso le genera enojo contra el otro o contra sí mismo, con culpa”.


Ansiedad y adicciones

Al parecer, cuanto más ansiedad exista, menor satisfacción plena existe. Analís Morón Miranda explica que “en toda adicción que se tenga (a la comida, alcohol, juego, redes sociales, sexo, gimnasio), se activa un sistema de recompensa y liberación de dopamina.


En la medida que toda conducta está regida por las consecuencias positivas o negativas sobre nuestra supervivencia, cuando estamos ante una situación que es buena para ella (como la comida), se liberan neutrotransmisores como la dopamina que indican 'hey, eso es muy importante para la supervivencia´.


A partir de allí, comenta, se genera muchas sinapsis con dos objetivos: cómo conseguimos la comida y cómo repetimos eso, que es placentero.


Se activa entonces el sistema de recompensa y de gratificación inmediata, y viene la sensación de bienestar. Ante ello, dice, las personas más vulnerables son aquellas que no gestionan bien sus emociones o sienten un vacío existencial. “Ese miedo a responder a esas preguntas también lleva a buscar sistemas de gratificación inmediata”.


Pongamos stop

Nuestra especialista recomienda postergar la gratificación inmediata. Asimismo, ya que en el comportamiento ansioso hay pensamientos negativos precursores, podemos detener su proceso: ser conscientes de esos pensamientos, a través de la meditación o del mindfullness, hasta lograr relajación. “Así ingresa más oxígeno y la respiración se hace más diafragmática; la sangre se vuelve menos ácida, y se calma la reactividad. Entonces, podemos descansar, relajarnos y atenuar los contantes estresores, y poder pensar de una manera más objetiva, más presente, con más y mejores recursos para tomar decisiones”




Carmen Cabezudo es periodista de negocios en Lima, consultora en materia de comunicación estratégica, asesora de prensa y entrenadora de vocería profesional.

En más de 20 años, ha dirigido publicaciones empresariales propias y de importantes gremios empresariales y grupos económicos en Perú.


Crédito de la foto: Analís Morón

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